sábado, 26 de junio de 2010

Viaje al interior

El título de esta crónica puede llevar a mis lectores a pensar que se trata de una experiencia subjetiva íntima de mi personalidad. Pero en verdad no es así. De lo que voy a escribir es del tiempo que pasé en Cumaná, tierra de grandes poetas como José Antonio Ramos Sucre, Cruz Salmerón Acosta y Ruby Guerra. Ya conocía esa región de exuberante belleza natura y cálida gente. Hará unos quince años tuve la oportunidad de visitar Cumaná en ocasión de una Semana Santa. Entonces viví la experiencia de recorrer lugares míticos inmortalizados por las grandes plumas de la localidad. No quiero exagerar diciendo que esas vivencias son puramente literarias. También experimenté la maravillosa hospitalidad oriental.

En esta oportunidad, hubiera querido acercarme además a la población de Carúpano, cuyos carnavales han sido descritos con mano sabia por el joven y talentoso escritor caraqueño Rodrigo Blanco Calderón. Sin embargo, la realidad es que no tuve el chance de hacer ese paseo. Quedará pendiente para el futuro.

El desayuno oriental será para mí un recuerdo siempre vivo. En Cumaná, es fácil conseguir un puesto de venta de comida frente a las casas, de manera que no hay mejor forma de degustar los espléndidos sabores cumaneses que por medio de esos opíparos desayunos, consistentes en arepa y pescado frito. Quisiera tener el talento para que mis lectores saboreen como lo hice yo esas delicias culinarias, pero tendrán que conformarse con mi palabra de que así es.

Cuando uno camina por las calles en los alrededores de la iglesia de Santa Inés uno parece escuchar el eco de los pasos del eminente escritor venezolano y universal José Antonio Ramos Sucre. En una oportunidad hasta creí ver a lo lejos la figura del poeta caminando por la playa de San Luis. Sin duda fue una experiencia alucinante que confirma el tremendo valor que la literatura tiene en nuestra psique y en la mía en particular. En varios lugares, como en la librería de Sur de la calle Comercio, en el centro de Cumaná, pregunté por esa mole contemporánea de nuestra narrativa como le es Ruby Guerra, pero allí me indicaron que el susodicho escritor es un personaje tímido y retraído, que pocas veces se deja ver en ágapes y celebraciones culturales. Espero poder conocerlo y mostrarle mi admiración en una próxima oportunidad.

Para otro escrito dejo mis impresiones de la novela que llevé conmigo en este viaje: la gran Falke del más grande aún Federico Vegas. Todavía no la termino, pero desde ya despunta como uno de los monumentos literarios más extraordinarios de Latinoamérica. Les prometo desde ahora una incursión humilde en el laberinto de esa narración.

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