lunes, 28 de junio de 2010

Por el Falke de Federico




La literatura venezolana es pródiga en grandes obras literarias, como lo atestiguan autores tales como Rómulo Gallegos, Uslar Pietri, Guillermo Meneses, Francisco Massiani y contemporáneamente maestros como Oscar Marcano, Federico Vegas, Lucas García, Rodrigo Blanco Calderón y Héctor Torres, entre otros. Entre ellos y algunos más que no menciono para no sobrecargar a mis lectores le han dado a las letras nacionales un lugar de preminencia en la literatura de nuestro continente americano. Me atrevo a decir sin pecar de nacionalista que en este momento la narrativa de Venezuela es una de las más desarrolladas de Latinoamérica. Que nos basten esos nombres como prueba concluyente.

En mi reciente viaje por el oriente del país, específicamente a la ciudad de Cumaná, cuna de grandes poetas, tuve la ocasión de hacerme acompañar por una joya de lo que se consideraría la novela histórica venezolana. Se trata de Falke, un golazo por el medio de nuestro genio local Federico Vegas. Por distintas razones no concluí la lectura durante mi propio viaje a Cumaná, pues la maravillosa hospitalidad oriental puede servir de distracción, con sus hermosas mujeres tostadas por el sol, sus hombres laboriosos y su comida con sabor a sal del mar Caribe. De regreso a mi hogar, finalmente terminé la novela y tengo que decir que su anécdota y su estilo literario son para quitarse el sombrero. La historia del barco en el que unos valerosos venezolanos intentaron liberar al país por medio de una invasión que casualmente tendría lugar en Cumaná es como un símbolo de la lucha que todo pueblo debe mantener para lograr la democracia. En estos tiempos de zozobra y de miedos, ese relato épico que involucra justamente a un familiar del maestro Vegas y a sus compañeros de generación es como una lección de dignidad y de valentía. Por esa razón les informo a mis amables lectores que el sumergirse en esta obra de arte los va a satisfacer tanto desde el punto de vista estético por su espléndida escritura poética y narrativa, como desde el punto de vista moral. Nuestra mancillada Venezuela debería agradecer enormemente esta confrontación con lo mejor que ha dado esta tierra de gracia. Falke demuestra lo que es ser un venezolano de pura sepa, alguien determinado como el personaje Rafael Vegas y sus amigos de expedición a conseguir para su patria la ansiada libertad. Esa maravillosa condición la ha heredado Federico Vegas, como era de esperarse, un espíritu lleno del fuego de la creación y de la convivencia civilizada. Para los humildes lectores de nuestra literatura venezolana ese ejemplo debe convertirse en estandarte de lucha continua por los que son nuestros verdaderos valores criollos.

Por todas estas características de hermosa venezolanidad, desde este recodo le envío mis respetos y toda mi admiración al maestro Federico Vegas y a su aleccionadora prosapia. ¡Gracias por tantas letras y luces!

sábado, 26 de junio de 2010

Viaje al interior

El título de esta crónica puede llevar a mis lectores a pensar que se trata de una experiencia subjetiva íntima de mi personalidad. Pero en verdad no es así. De lo que voy a escribir es del tiempo que pasé en Cumaná, tierra de grandes poetas como José Antonio Ramos Sucre, Cruz Salmerón Acosta y Ruby Guerra. Ya conocía esa región de exuberante belleza natura y cálida gente. Hará unos quince años tuve la oportunidad de visitar Cumaná en ocasión de una Semana Santa. Entonces viví la experiencia de recorrer lugares míticos inmortalizados por las grandes plumas de la localidad. No quiero exagerar diciendo que esas vivencias son puramente literarias. También experimenté la maravillosa hospitalidad oriental.

En esta oportunidad, hubiera querido acercarme además a la población de Carúpano, cuyos carnavales han sido descritos con mano sabia por el joven y talentoso escritor caraqueño Rodrigo Blanco Calderón. Sin embargo, la realidad es que no tuve el chance de hacer ese paseo. Quedará pendiente para el futuro.

El desayuno oriental será para mí un recuerdo siempre vivo. En Cumaná, es fácil conseguir un puesto de venta de comida frente a las casas, de manera que no hay mejor forma de degustar los espléndidos sabores cumaneses que por medio de esos opíparos desayunos, consistentes en arepa y pescado frito. Quisiera tener el talento para que mis lectores saboreen como lo hice yo esas delicias culinarias, pero tendrán que conformarse con mi palabra de que así es.

Cuando uno camina por las calles en los alrededores de la iglesia de Santa Inés uno parece escuchar el eco de los pasos del eminente escritor venezolano y universal José Antonio Ramos Sucre. En una oportunidad hasta creí ver a lo lejos la figura del poeta caminando por la playa de San Luis. Sin duda fue una experiencia alucinante que confirma el tremendo valor que la literatura tiene en nuestra psique y en la mía en particular. En varios lugares, como en la librería de Sur de la calle Comercio, en el centro de Cumaná, pregunté por esa mole contemporánea de nuestra narrativa como le es Ruby Guerra, pero allí me indicaron que el susodicho escritor es un personaje tímido y retraído, que pocas veces se deja ver en ágapes y celebraciones culturales. Espero poder conocerlo y mostrarle mi admiración en una próxima oportunidad.

Para otro escrito dejo mis impresiones de la novela que llevé conmigo en este viaje: la gran Falke del más grande aún Federico Vegas. Todavía no la termino, pero desde ya despunta como uno de los monumentos literarios más extraordinarios de Latinoamérica. Les prometo desde ahora una incursión humilde en el laberinto de esa narración.